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8. Cuentos completos. Fogwill

Fogwill me cayó en las manos en Buenos Aires, a finales de diciembre de 2009, lo traje en la maleta junto con otros libros y lo leí a inicios de 2010. Lo leí y lo padecí sin conocerlo de antemano, no es un escritor fácil, la dificultad radica en su inteligencia filosófica y en sus razonamientos complejos.  Tras su lectura escribí unos comentarios que aquí reproduzco.
Los pasajeros del tren de la noche. Existen dos maneras de tratar el hecho bélico en la novelística actual. El primero al modo de la epopeya, verdadera historia redefinidora y fijadora de la presente nación; con protagonistas individuales que representan lo colectivo o colectivos que representan la individualidad igualadora e igualitaria. Este modo deriva también en la narrativa/poética de posguerra: descriptiva de procesos de reajuste vital y global.

El segundo, centrado en lo personal, una seudoepopeya del individuo. Definidora por extensión del mundo que la comprende pero siempre en la búsqueda de lo humano.
Sin embargo, el relato de Fogwill no es epopéyico en el sentido tradicional, ni mucho menos seudoepopéyico. La temática y los personajes se desmarcan.
En primer lugar porque la historia bascula sobre el momento concreto en que las soldados de un pequeño pueblo regresan a cuentagotas y nocturnamente, cuando ya se les da por muertos, de manera traumática pero con resignación, sin sobresaltos.
La historia se envuelve de una cotidianidad no lacerante, de un halo de normalidad sobria. El contexto/referente de la guerra, la simbología bélica, la connotación acusada en todo lector de lo que es un conflicto armado, puede ser lo único que nutre el desasosiego y la tristeza, pero nunca desde las palabras del cuentista.
En este mismo orden, los personajes son cotidianos, no llegan a ser vulgares por su tenacidad, conseguida con el fuego de los pasos y actos que fluyen en la narración. No simbolizan porque son individuales, y no se cargan de negatividad porque todo ha quedado atrás, incluso se entristecen al abandonar a sus compañeros en el tren destino a sus pueblos natales, patrias chicas. Sus vidas retoman lo dejado, lo pretérito, sin exposiciones contrastadas.
La historia no se singulariza, su rareza reside en ese mismo hecho, la cotidianidad enrarece en una suerte de moraleja que reza sobre la singular del devenir de las guerras.  Aunque lo haga sin estridencias, ni dramatismos, ni lagrimas, ni lacrimógenas llamadas a la actitud cívica, al no tropezar dos veces con la misma piedra.
Fogwill no es un propagandista descarado de un modelo vital. Nunca se muestra didáctico, ni redentor; parece más una voz que mira a su alrededor, una voz que piensa y se formula para entenderse a sí misma.

Fogwill y la dosificación cuentística. Procedimientos y fórmulas.
El absurdo, ausencia de correlato, fragmentarismo, escapismo de la propia acción, presencia de un yo inverosímil, distanciamiento, el embuste, los ases en la manga…
Los cuentos se articulan siempre en una aparente estructura clásica planteamiento-nudo-desenlace; un psicologismo arrollador, el análisis de todos los factores desde el exterior y la inteligencia superior del narrador.





Concluiría afirmando que los relatos tienen aparentemente objetivos difusos, intentan plasmar lo interno y lo externo no necesariamente de manera espectacular, transcendente o llamativa.





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