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2. El mapa y el territorio. Michel Houellebecq




Al terminar la lectura de la última novela de Michel Houellebecq tengo la sensación del que sale de una exposición pictórica contemporánea. O lo que es lo mismo, que al no poder aplicar los mecanismos “lógicos” de reconocimiento y análisis a este tipo de producciones artísticas, la intuición y la sensibilidad hacia lo dado toman protagonismo.

Supongo que el francés ha pretendido lo mismo con su novela, es decir, tratarla como una obra plenamente contemporánea y, en consecuencia, arriesgada y difícil de interpretar. Su funcionamiento con grandes pinceladas temáticas alrededor de las relaciones del protagonista con su padre, las mujeres, el mundo, el arte y el propio escritor como personaje literaturizado, sitúan al lector en la posición difícil del que está acostumbrado a racionalizar primero y dejarse llevar después.

En esta obra se cuenta la historia del artista Jed Martins, con dureza y sin sentimentalismos. Una vida extraña, atípica, repetición de la del padre, incrédula ante la valoración de su obra, que no sabe gestionar el amor de pareja, sin problemas pero sin riesgos… una vida que pasa como muchas otras, sin pena pero sin gloria, aunque sin deber nada a nadie.

La normalización de la soledad heredada, el individualismo sin finalidad, la dedicación al trabajo, las puntuales críticas a la sociedad -aunque menos ácidas que en novelas anteriores-, el miedo siempre elevado, duro, pero coherente; la defensa, no exenta de crítica, de lo francés; la resolución de un asesinato en las antípodas de la novela policiaca; la conversión del propio autor en personaje catártico y burlesco…

Pequeños y grandes temas sesgados van apareciendo a lo largo de los capítulos llenos de elipsis temporales, de vacios necesarios, de realidades que se convierten en firmes por el paso del tiempo.

Dicho todo esto puede parecer esta novela caótica y desordenada, pero no lo es, ni mucho menos, al final queda todo extrañamente atado, con una lógica cercana a la contemporaneidad de un mundo difícil de comprender. Con el regusto que nos dejan todas las obras de Houllebecq, tan distante de la indiferencia, que agrada profundamente o provoca rechazo.

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