La carroza de
Bolívar es como un río caudaloso y salvaje que arrastra multitud de fragmentos
vitales individuales y colectivos a su paso, a la vez que los remodela sin robarles la esencia.
Si algo predomina
en el arte narrativo de Evelio Rosero es la fuerza arrolladora con la que
caracteriza y se significan los personajes en el rítmico devenir de los
acontecimientos. Son verdaderas cajas de truenos, muestran una luminosidad peculiar, una individualidad verosímil y fácil de incluir en un ideario peculiar y
quizás rural colombiano.
La inquietante
excusa de la desmitificación del padre de la patria Simón Bolívar lastra algún
capítulo de la novela, que se convierte en historia contada desde la generalidad
de los acontecimientos, como una suerte de macrohistoria, hasta la peculiaridad de algunos hechos,
microhistoria e intrahistoria. Realidades verdaderamente incómodas en un
continente ya de por sí mitificador, necesitado de referentes que apuntalen su actualidad.
Todos los
personajes magnifican una naturaleza transgresora, asesina, violenta y/o animal,
ninguno es conformista, ni apático, ni de alma triste, ni conoce el reposo…
aunque sufran y puedan sentir el miedo o la desazón, las fuerzas vitales que
afloran de sus pulsiones definidas en base a su experiencia como sujetos únicos
y evolutivos contextuales/ontogenéticos, predominan.
La historia de un criminal, sanguinario y genocida.
Entrevista a Evelio Rosero
Crítica literaria de Javier Fernández de Castro
Bibliografía
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